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Un discurso insaciable que no encuentra palabras el mundo de los jóvenes en el “Búfalo de la noche”
Dr Alejandro Klein
Círculo Psicoanalítico de Léon
Universidad de Guanajuato
La película de Jorge Hernández Aldana no es fácil. No es fácil de comprender. No es fácil de “digerir”. No es fácil, tampoco, de comunicar. Pero es un desafío. El desafío de acercarnos a un mundo joven que de repente se nos revela para exponernos situaciones extrañas, inquietantes, tanto como incomprensibles. Poco del sentido común nos puede servir de guía. Mucho menos aquellas convenciones que hacen a una cotidianeidad organizada y global. Lo que predomina en cambio, es lo incomprensible.
Lo incomprensible y fragmentado. Cuando la película adopta una estética posmoderna en torno al movimiento, lo fugaz, la velocidad, se acerca mejor, probablemente, a la posibilidad de captar las vidas de estos jóvenes marcadas por la singularidad de una ausencia de linealidad, de biografía, de un transcurrir temporal que se substituye en cambio, por lo inmediato, lo fragmentado, lo imprevisto, armando vivencias y sensaciones que simplemente se viven y no se cuestionan. Vivencias que “rondan” al mismo tiempo como una especie de “hado” siniestro. Un destino al cual no se puede sino sucumbir. Una resignación con leves rebeldías prometeicas.
En este mundo de jóvenes poco se dice: no hay palabras o las palabras son mínimas. Primer desafío entonces: captar un discurso sin palabras que sin embargo busca todo el tiempo comunicar algo que parece escapar a los propios jóvenes. A este discurso sin palabras, “agotado” en sus posibilidades simbólicas, le substituye un discurso corporal, transido por una angustia siempre en el borde, que me parece llega a su clímax en la escena en que Tania orina a Manuel, dentro de un proceso de incontinencia tan regresivo como dramático.
Esta cualidad de lo regresivo marca otra característica de estos jóvenes, en torno a un vaivén oscilante y permanente entre la niñez y la adolescencia, entre la adolescencia y la adultez, entre la adultez y otra “cosa”. De esta manera son todo eso, y al mismo tiempo, nada de eso. Y esa otra “cosa” marca un fenómenos etário singular e inédito, que entiendo aún no está suficientemente descrito en el campo de las ciencias sociales, psicológicas o psicoanalíticas. Quizás una nueva forma de transcurrir adolescencia donde la supervivencia implica ser un poco niño, un poco joven, un poco de todo.
Con esto quiero decir que estos jóvenes parecen vivir de otra manera, en líneas de fuga permanentes, sacudidos por interminables sesiones de dolor, rabia y vacío. Insertos en bruscas búsquedas de compañía, tanto como repentinas ráfagas de soledad. Viven según parece, solos y al mismo, tiempo anhelantes de esos momentos breves y fugaces de encuentro. El otro se transforma así en una “compañía” y parece que no puede ser sino eso. La pareja, como la amistad, parecen destinados al fracaso.
Desde este rompecabezas vincular aparece la reiterada pregunta del: “¿me amas?” de Tania a Manuel tanto como de Manuel a Tania y uno adivina ahí una desesperada necesidad de una certeza que “desanude” de alguna manera ese mundo de incertezas vertigionosas y sobresaltantes. Porque la otra certeza que queda, de la que Manuel a veces –no siempre- trata de escapar, es la certeza de la violencia y el suicidio. Es lo que le sucede a Gregorio, vencido por una vivencia que lo persigue y lo aniquila dentro de un discurso que ahí sí ya no encuentra ni siquiera la palabra “amor”. Esa palabra síntesis que parece salvar, sustituir, remedar la falta de todas las otras palabras.
Pocas cosas quedan aparecen explicadas. El amor tampoco lo es, colocado ahora dentro de una búsqueda sin objetivos. Y si bien Manuel y Gregorio buscan algo, intentan comprender, preguntan, los personajes femeninos se resisten a toda abertura a no ser aquella que implique lo sexual. Estas jóvenes son tanto maternales como abandónicas, transmitiendo desconciertos o extrañas sabidurías en sus elecciones y rechazos. Pero siempre manteniendo una lejanía o una proximidad que es enigmática.
El discurso del amor ya no es aquel de los apasionantes diálogos shakesperianos de Romeo y Julieta, escritos bajo el éxtasis romántico de lo deslumbrante. Por el contrario, el discurso amoroso aparece transido por sospechas, reproches, odios mal expresados. Es un discurso que nunca se puede consumar totalmente como amor. El clímax de la sospecha y lo atormentante se completa con un Mario hiriendo a un lobo, que es también el símbolo de ese mundo interior de Tania que se ha vuelto hermético y al cual –inútilmente- trata de quebrar. El amor ya no redime ni permite la trascendencia.
Entre encuentros que son desencuentros, entre amores que son desamores, entre diálogos que son monólogos, uno advierte una agobiante sensación de soledad que los personajes mismos no parecen advertir. Pero que los hace sufrir dentro de sufrimientos inconfesables. La relación sexual aparece como un encuentro de pieles que se transforma rápidamente en situaciones de desvalimiento y desamparo. Una sexualidad casi antierótica donde la sangre (la de Tania, la de Miguel, la de Gregorio) es un testigo mudo que se expone como unión y testimonio (Tania al cortar la sábana con su sangre virginal) o se conjura como separación y desgarro (Miguel al intentar arrancarse el tatuaje que lo “hermana” con Gregorio).
El mundo de lo clandestino substituye al de la comunicación y la familia ciertamente aparece como excluida, ajena a la vida de estos jóvenes. El ejemplo quizás más terrible es el de la madre de Tania, convertida en una voz quejosa y anónima que reclama ayuda por su hija. Nada “conmueve” o vence totalmente la clandestinidad de estos jóvenes de clase media, desconcertados no tanto – o no sólo- por el propio sentimiento de desconcierto sino además por la falta de cualquier futuro en el que se pueda investir psíquicamente (de confianza en los adultos, de proyecto vocacional, de pareja). Cuando Manuel le pregunta a Gregorio sobre su futuro, éste responde con una expresión que no deja dudas acerca de la inexistencia del mismo.
Estos jóvenes todo lo esconden y poco dicen, a no ser a partir de sus conductas impulsivas e imprevistas. Así Gregorio intenta asesinar (¿o asustar?) a un desprevenido transeúnte, se amputa dedos de sus pies y luego comete suicidio, así Tania desaparece y se fuga, así Manuel asesina al lobo espectador de sus desventuras. Así Margarita intenta hacer el amor con Manuel o Rebeca recibe a Manuel a la salida de su novio “oficial”.
Los adultos aparecen como ajenos u hostiles. La actitud del oficial de policía que arremete agresivamente contra Manuel es por cierto, inversamente opuesta a aquélla continentadora que recibía James Dean de otro oficial, pero 60 años atrás, en “Rebelde sin Causa”. La película tiene también –hasta donde puedo advertir-otra “guiñada” cinematográfica en relación “À bout de souffle” de Goddard, donde la protagonista (Seberg) también traiciona a su amado para librarse de él (que en realidad remite al episodio bíblico de Dalila entregando a los filisteos a Sansón). Pero mientras que en aquél filme la traición termina en el fin irremediable del ladrón (Belmondo) que muere decepcionado de su amada, en este caso el filme se cierra con una pregunta que no se puede contestar, con una mirada que no se puede concretar, con los ojos bien abiertos de ambos personajes dentro de un clima de incerteza donde todo puede ocurrir.
O peor: un mundo (¿sólo de los jóvenes?) donde parece que morir es lo mismo que vivir, acompañar es lo mismo que abandonar, donde amar se transforma en un vértigo desde el cual el sufrimiento se vuelve aún más superlativo. No es sólo un mundo de “desencantos” como alguna vez se describió al clima cultural de la posmodernidad. Es otra cosa. Es un mundo ajeno al mundo, donde sin duda hay desencanto, pero también locas pasiones, arrebatos súbitos y climas de odio y muerte que penden como una “Espada de Damocles” sobre tristes y dramáticamente desamparadas figuras que están –eso sí- muy lejos de cualquier caracterización de la adolescencia como una etapa feliz, dionisíaca o envidiable.
Estos jóvenes no son seres éticos ni estéticos, lejos de cualquier padrón o imaginario adolescente propio de la modernidad o de la posmodernidad. No aparecen como puros ni impuros, ni simpáticos ni detestables, ni buenos ni malvados. Probablemente sería inútil preguntarles “qué son”… Creo que no podrían responder. Están demasiado ocupados en huir, esconderse o quedar paralizados. Y esa única pregunta que pueden hacer, la referida al amor, tal como reitera insistentemente Manuel a Tania en la parte final del filme queda ciertamente sin respuesta. O tal vez la respuesta sea sólo ese silencio que sobrevuela en el aire, tan esperanzador como angustiante.-
De la pertenencia institucional a la escucha de lo contemporáneo: Avatares del quehacer en la clínica psicoanalítica.
Mtra. Nadina Perrés
Recuerdo perfectamente esa intrigante pregunta planteada en el propedéutico de la formación del CPM, por ahí del año 1999: ¿Quién habla por tu boca? Cuestión que sigue girando a lo largo de cada seminario, en cada lágrima vertida en el diván, en cada paciente aquejado por un dolor que le es propio y a la vez inaprehensible. En aquel entonces yo era una recién egresada de la carrera de psicología, de la UAM-X, de donde era natural continuar la formación en el CPM.
Mucha gente relató en aquel propedéutico que habían hecho una exhaustiva investigación sobre las instituciones que ofrecían formación en esa época (porque ahora ya se inseminan e impregnan la ciudad). Entonces habían elegido el CPM por esa contradicción esencial entre ser un modelo de institución que parece no querer instituirse, y también, porque, por supuesto, es un lugar donde se lee a Freud. (Cosa que entre otras cosas valoro sobremanera que siga sucediendo). Formar parte del CPM como formando era también adscribirse a un modelo de psicoanálisis que remite a pensarse en la clínica, en la reflexión teórica, en una posición ética que refiere a la imposibilidad de autorizarse desde legalidades formales y configurarse en una autorización tan singular como confusa. ¿Cuándo nombrarse psicoanalista? ¿Qué significa eso? Recuerdo las primeras tarjetas que mandaron a hacer mis colegas, con su nombre acompañado de la leyenda “terapia psicoanalítica”. Como si por anteponer la palabra terapia, uno se quitara cierta responsabilidad de ese nombre tan lleno de idealizaciones sostenidas por transferencias.
En mi caso, el recorrido por otras instituciones psicoanalíticas vino después, cuando me respondí a esa pregunta formulada en el propedéutico, con ayuda de Joaquín Sabina y me dije: “Esta boca es mía”. Caminar por otras instituciones psicoanalíticas me permitió reconciliarme con mis inconformidades sobre el CPM. Tuve una experiencia como docente en una institución donde me exigían que les hiciera un examen escrito a los alumnos terminado el semestre, evaluando su saber sobre la teoría psicoanalítica, como si por ello uno pudiera acercarse al orden de la transmisión y la posición ética-epistemológica. Visitas en otras instituciones psicoanalíticas de renombre me han dejado siempre ese mismo sabor de boca, o estrechez de cintura, porque siento que el cinturón está tan apretado que la posibilidad de acercarse al acto de la creación y de la experiencia no pasa por ese tipo de formación. Así, los recorridos por otras instituciones me han generado el mismo desazón. Reconozco, sin embargo, a quienes, de manera singular, se han apropiado de un decir y hacer, más allá de la institución a la que dicen pertenecer. Y luego están los otros, los afortunados huérfanos, los que se han atrevido a ir por la libre, y en cuyo caso, lo propio se adquiere y actualiza constantemente, pero la falta de un apellido también configura un modo de hacer y actuar muy particular que siempre se desdibuja, como sucede siempre en la práctica clínica misma.
Ser parte de una institución o no serlo, como formando, como miembro activo, como simple “oyente” no sólo es un tema de asistencia sino de pertenencia. Y la pertenencia también configura los rasgos identitarios que van conformando los nuevos saberes.
Se topa uno en los congresos a ciertas personas que con recelo expresan a qué institución pertenecen, o donde se formaron, y cómo esto genera también una apropiación de la palabra psicoanalítica desde un lugar muy particular. Se abren los ojos, o se hacen gestos frente a las nominaciones de pertenencia, como si por tener dicha inscripción se fuera parte de todo lo que esa institución vive y sufre en crisis constantes como el psicoanálisis mismo. ¿Cómo apropiarse de los huecos institucionales? Y también: ¿Cómo quedar exento de ellos?
Nominaciones que sólo se sostienen desde sus representaciones imaginarias dentro de un medio que no hace más que juzgar y criticar con la ignorancia de quien no ha pisado sus propias tierras movedizas.
Elegir una institución para formarse puede ser un pasaje o una inscripción. Cada uno con sus fantasmas. Yo aún cuestiono si elegí al Círculo, o él me eligió a mí. Desde la formación, y después como coordinadora de seminario, me he esforzado por hacer reflexión crítica sobre los supuestos básicos en los que se sostiene esta pertenencia que conlleva lo individual, lo grupal, lo social, los imaginarios y los tan dolorosos instituidos enajenantes.
Promover actos instituyentes implica suscitar un compromiso y responsabilidad. Dejar de pensar la institución como la madre suficientemente buena, y apostar a la creación en conjunto, porque, solemos olvidar que la institución somos todos, y sus quehaceres dependen de nuestro propio nivel de intervención y responsabilidad ética. Estamos tan acostumbrados a quejarnos de los lugares impuestos, que sostenemos un lugar de víctimas frente a un monstruo institucional, frente a una historia que parece ajena, y que, de alguna manera nos pertenece en tanto la manera de habitar la institución en el día a día.
Las crisis de las instituciones psicoanalíticas se inscriben en el marco social, y no tenemos derecho de obviarlo. Por otra parte, el entretejido del que forma parte la institución psicoanalítica, desde sus orígenes, forma parte del lienzo singular donde se inscribe el deseo de formarse desde uno y otro lugar.
Entonces tenemos diferentes terrenos para pensar la institución. El Círculo, aquel idealizado en nuestra primera elección, que se va cayendo porque a veces confundimos las figuras que lo sostienen con la ideología base que da pensamiento y estructura. Esfuerzos múltiples por historizar se han generado hace unos años, y, como todo tratamiento de la historia, aparecen inaudibles que confrontar para posicionarse nuevamente.
Denegar la familia donde aprendimos el código moral y la forma de aproximación teórica, es tan sintomático, como cómodo. Pero nada se aleja más de la posición del psicoanálisis que yo mamé, aquí en el Círculo.
Nuevos valores, nuevos imaginarios.
El Círculo, con sus profundas contradicciones, me ha enseñado que el anudamiento entre teoría, clínica y análisis personal es indispensable. Pero más aún, ubicar los malestares singulares en el contexto histórico-social me resulta imprescindible. Pensarnos hoy tiene que ver con poder entender todas las placas tectónicas[i] que establecen las bases de estas instituciones. Empezando por el lenguaje y sus códigos. ¿Qué valores constituyen los estándares de esta época y cómo escucharlos con su propia estructura y a la vez, no soltar el padecimiento que les da fuerza? El lenguaje, nuestra primera institución, danza en códigos que establecen lenguas y modos de enunciación. Y ahí está nuestra verdadera naturaleza social, en estas modificaciones y re-condicionamientos. ¿De qué olvidos somos resultado en esta generación y cómo se escuchan los síntomas sociales desde la clínica de lo auténticamente singular?
Disfruto mucho el cine de Asghar Farhadi (El cliente, El pasado, Nader y Simin: una separación), porque plantea siempre problemáticas sobre la moral, la dignidad, el dolor por el destierro, el honor, la compasión, entre otros conflictos, que siempre me dejan la cabeza dando vueltas.
En una tarde de ocio, mientras miraba los premios Ariel del presente año, quedé fascinada por el discurso de Isabela Vega. En dicha entrega los premiados aprovechaban el micrófono para hacer denuncias sociales por encima de sus agradecimientos estandarizados; sabemos que en México existe un escaso apoyo a la producción artística, así como a los derechos de salud, al deporte, y a otros tantos supuestos básicos que deberían sostener una sociedad. Esta mujer de la que les hablo, expresó denuncias a diferentes niveles, desde la pertenencia identitaria como una gran familia al interior del cine mexicano, pasando por la inseguridad que se vive en nuestro país y que nos deja temerosos de salir a la calle, hasta hacer pública esta dolencia en nuestro lenguaje. No recuerdo la frase exacta, pero justamente se preguntaba por qué hay tantas palabras en desuso, como la ética, como la dignidad, la compasión. Palabras que estaban en la expresión común y que han sido destituidas por otras (que no quiero decir, pero ya lo estoy diciendo: mucho más vacías). ¿Es que hemos dejado de sentir estas emociones por no poder nombrarlas? ¿Dónde están cuando el corazón palpita de manera inexplicable?
Entonces me pregunto ¿desde dónde escucho en la clínica? Si realmente estoy pudiendo leer estas nuevas formas comunicativas o si acaso la sensación de muchos pacientes sobre la ausencia de sentido, tiene que ver con el olvido de palabras que designaban emociones que permitían enunciar y por tanto darles existencia. ¿Será que al no poder nombrarlas no hemos podido reducir la angustia que vive detrás?
¿Cómo pensar-nos en un país donde lo desaparecido se normaliza? ¿Qué compromiso tenemos los psicoanalistas frente a estas lagunas de sentido que marcan el discurso social y que configuran también un modo de ejercer nuestro oficio? ¿A donde apunta nuestra escucha sobre la palabra singular cuando está siendo oprimida por la lógica del olvido y la represión?
Esto es lo que tenemos que aprender a escuchar, y esto no depende de un asunto de técnica psicoanalítica, si contestar o no un inbox de Facebook a un pedido de cita para psicoanálisis. Nuestra tarea es pensar metapsicológicamente la clínica desde los nuevos malestares y las nuevas formas de enunciación. Es decir, cuestionar el lugar de la pantalla que rige nuestras vidas, no sólo en términos psicoanalíticos y sobre lo especular y el resto de este intermediario, sino en términos del verdadero lenguaje contemporáneo que nos configura en el día a día. Dice Colina en su texto Melancolía y Paranoia (2011): La lengua es el caparazón lingüístico que reboza la realidad para volverla cognoscible, de forma que, cuando se resquebraja, las cosas dejan de estar en su sitio natural y se descolocan o avanzan hacia uno cargadas de una oscuridad inefable y enigmática.
Sigo pensando en las instituciones que nos rigen hoy, y en los valores que se persiguen. ¿Cuáles resultan ya insostenibles? Si el lenguaje era el primer cómplice desde donde uno construye su escucha, qué estamos haciendo hoy por escuchar estas nuevas formas de enunciación que configuran las nuevas subjetividades?
Se me viene a la mente la inverosímil realidad política que vivimos a nivel mundial. Pienso en Trump, en la enojosa sorpresa que siempre me produce escucharlo, “¿por qué Trump es presidente? ¿Quién lo votó? ¿Quién quiere a alguien así ahí? Y entonces me llueven decenas de razones, pero hay una, que me compete sobremanera si quiero entender un poco la tierra que piso. Obviamente la gente no se identifica con su diplomacia, nadie puede pensar que es un tipo mesurado. ¿Qué representa este señor y cuáles son los alcances de esto? Trump, en su investidura enorme de poder, representa en últimos términos: dinero, mucho dinero. Y mucho dinero representa también el poder, como uno de los valores de éxito de la época tal y como lo han ya trabajado sociólogos como Baumann y Byung Chul-Han, por nombrar a los autores que están de moda.
¿Sobre qué bases edifica nuestra cultura sus estándares de felicidad? ¿Acaso hoy amar y trabajar sostienen la posibilidad de un psiquismo sano? Si las aspiraciones de muchos de nuestros jóvenes son convertirse en youtubbers como figura de éxito, estamos en el terreno de lo efímero, del consumo y la imagen. ¿Dónde queda el porvenir de una ilusión? Es que podemos entender el concepto ilusión con el mismo sentido con el que lo aprendimos con Freud? La ilusión remite al tiempo futuro, y para ello hay que poder situarse en un lugar que demarca también la línea del tiempo de lo vivido y experimentado. Para ello, requerimos el tiempo de la contemplación.
Contemplar es dar tiempo al orden de la experiencia y los medios insisten en hacernos vivir sus experiencias estandarizadas y medibles para seguir siendo objeto del mercado. El mercado que configura también el deseo y genera un perfil predecible de los posibles intereses para seguir enviando ofertas de consumo y deshumanizar al sujeto. Ya no rompemos una foto porque ni siquiera la tenemos, tener es perder, mejor contar con la nube que lo tiene todo y a la vez nos deja en este lleno-vacío tan representativo de la época contemporánea. Nos comportamos como cachorros, distraídos con cualquier cosa que llame nuestra atención, porque el tiempo de la instrospección, el tiempo de la contemplación parece fuera de moda.
Hoy perseguimos poder para comprar lo efímero. Cada elección que hacemos desde las TIC, genera un perfil de usuario que produce nuevas ofertas que se asemejen al primer deseo que produjo la elección, el like, la compra, la visita a una página web. A cada compra recibimos una dosis de ideales sociales estandarizados por la lógica neoliberal de consumo para, desde ahí, aspirar a ser mirados y reconocidos. En última instancia, seguimos persiguiendo la mirada de reconocimiento, las formas para ello han cambiado, y la técnica psicoanalítica se desplaza con la inventiva de quien sostiene su clínica con la creatividad que le sugiere su propia acción. Esfuerzos aislados para acceder a una lógica diferente donde tratamos de hacer traducción al único lenguaje que hemos aprendido desde el psicoanálisis, sin contemplar todo lo que se pierde en ese orden de traducción y que inevitablemente genera los grandes huecos psíquicos que seguirán actuando en nuestros pacientes hasta que no encontremos un código común.
La realidad virtual se convierte en la nueva experiencia. En este sentido, no importa si el evento fue vivido o no en la realidad siempre que haya sido vivido como experiencia. Esto quiere decir que la realidad virtual deja marcas psíquicas en el mismo orden de cualquier experiencia que, aunque no sea vivida, se inscribe en el orden de la fantasía. Ya lo decía Freud cuando da cuenta de la escena primaria, no importa si existió la experiencia de haber sido testigo de ella, se inscribe en el orden de la experiencia de la misma forma por su lugar en la fantasía. Y ¿qué es la Realidad Virtual sino más que una ficción armada de fantasía?
Y la Realidad Aumentada que no es más que un tipo de alucinación social y normalizada, Entonces, ¿cómo escuchar la clínica con una demanda que se establece en los límites de esta lógica cultural tan ajena a lo que vivimos antes de que el internet dirigiera nuestras palabras con predictores y formas enunciativas como los emoticones que sólo obturan nuestra capacidad singular de enunciar y al mismo tiempo enunciarnos? (hay gente que puede mantener una conversación escrita por medio de emoticones únicamente).
Pensar desde lo pensado ya no es sostenible. Las bases teóricas nos deben llevar a hacer preguntas, más que aferrarnos a certezas de antaño. ¿qué hay del nuevo malestar de la cultura si este no se inscribe ya en la culpa?
¿Cuáles son las nuevas creencias que sostienen las formas de condicionamiento desde la religión, cuando la fe se asienta en un imaginario más eficaz, más primario, más narcisista como lo son la imagen y la popularidad?
Pareciera que vivimos en el simulacro de nosotros mismos, hasta que, la desgarradora realidad se impone como parteaguas donde el tiempo vuelve a hacer su inscripción. Entonces, en el aniversario de una de las más grandes tragedias en nuestro país, se hacen coincidir nuevos derrumbes. Lo actual del desastre se monta sobre los duelos de ayer, vividos o no en el orden de la experiencia, pero con enormes efectos.
El sismo del presente año, reestructuró las vías vinculares en una sociedad fragmentada. El protagonismo se cubrió de una nueva esencia a modo colectivo. Ante la imposibilidad de creer en nuestras instituciones, el pueblo tomó las ruinas de deseo en sus manos, para hacerse cargo de una pregunta que no terminaba de formularse. Esta vez, parecía que por fin había algo que hacer, espacios donde participar, albergues donde llevar nuestras ansias de movilidad, algo por construir. La sociedad necesitaba un derrumbe para salirse del juego especular y mirar al prójimo más allá de sí mismo y su pantalla. Una nueva huella ha marcado a los jóvenes, cuya representación aún no tiene palabra, a la espera de una nueva investidura para hacer emerger algo más propio. Acción pura que pretende hacer ligadura y reestablecer el orden del tiempo, un intento por salir del juego de una actualidad arrasadora. Ante la presencia de la muerte, la vida se resignifica. Hasta que la normalidad vuelve a consumirnos en el orden del deseo.
Yo reconozco las instituciones que me habitan, porque me formaron y siguen actuando en mí. Pero también me obligan a ser responsable de mi actuar en una sociedad que está cambiando con más rapidez de lo que nuestras reflexiones teóricas se producen. Creo que estamos aletargados, y que nos compete pensar y actuar en función de lo que hemos aprendido desde los orígenes de la experiencia psicoanalítica en todos sus terrenos. No se trata de cargar con los malestares sociales, más bien: hay que hacerse cargo. El psicoanálisis sigue siendo un oficio de hilar fino, y una profesión que denuncia porque desde sus orígenes se propone tirar investiduras e identificaciones y sostener lo propio, cuando se alcanza a mirarlo. El psicoanálisis no puede normalizarse, dejar de pensarse, debe indagar en los terrenos más oscuros de sí mismo y de la psique, para de entre los escombros ofrecer nuevas alternativas que apuntan a la libertad. Los que nos nombramos psicoanalistas, somos sus agentes.
Esto no se aprende, se memoriza, ni se evalúa con exámenes o contando horas de supervisión y de clínica. La posición singular del psicoanalista es efecto de la casa donde mamó lo valores que dan sentido a su actuar. Yo viví diferentes momentos del Círculo, pero desde todos ellos, he reafirmado este lugar crítico que me enorgullece y que también ha determinado mis elecciones. Regresar es siempre reformar, y en este acto, no es posible obviar los senderos que ya fueron pisados, cada retorno es un compromiso con el futuro en tanto que podamos, como decía Freud, engarzar el tiempo desde la cadena del deseo.
¿Por qué un análisis?
Por: Carlos Fernández Gaos y Alejandro Salamonovitz Weinstock
Dos discursos, dos andanzas de reflexión psicoanalítica que se “ponen en juego” en relación con una pregunta: ¿Por qué un Psicoanálisis?…
Video de la Presentación del libro de Igor Caruso
Presentación del Libro de Igor Caruso
“EL ANALISIS DEL ANALISTA”
“EL ANALISIS DEL ANALISTA”
“Tal es la ironía de los esfuerzos que hacemos para cambiar nuestro modo de ver, para modificar el horizonte de lo que conocemos y para intentar lograr verlo en perspectiva.
Condujeron efectivamente a pensar de otro modo? Quizá, cuando mucho, permitieron pensar de otro modo? Quizá cuando mucho, permitieron pensar de otro modo lo que ya pensábamos y percibir lo que hicimos desde un ángulo distinto y bajo una luz más clara. Creíamos alejarnos y nos encontramos en la vertical de nosotros mismos. El viaje rejuveneció las cosas y envejeció la relación con uno mismo” (MICHEL FOUCAULT. Historia de la Sexualidad. 2. El uso de los placeres. P. 14)
Ma. Alejandra de la Garza.
INTRODUCCIÓN
Convocar a varios psicoanalistas de diversas coordenadas para que nuestro discurso no solo se confronte, sino que se atraviese y de repente se encuentren puntos de intersección de escucha, de diálogo posible.
Esta iniciativa no es nueva: Rene Major en los años 70, convocaba a pensar un tema psicoanalítico desde diferentes puntos de referencia, tal era el objetivo de Confrontación. Polisemias, como parte del grupo de Guadalajara del CPM también lleva a cabo estos actos de crítica desamarrando las fronteras de las sectas o escuelas psicoanalíticas . Martha Reynoso, hace poco más de un año convocando a varios a hablar de la Historia del Psicoanalisis en México apunta en este sentido a la necesidad de crear un espacio en la diversidad para pensar.
Cada vez se siente en el ambiente, siento en el ambiente psicoanalítico, esa necesidad de atravesar fronteras, de atravesar y poder decir otras cosas, innovando el discurso: pensar para decir y decir para dejar de pensar. Reunirse en torno a la implicación ética, clínica o práctica alrededor de un tema y después terminado el cometido, el dispositivo se disuelve. Sería excelente que se generara a partir de estos encuentros una inercia que no cesara de insistir, de repetir una posibilidad de repensarnos en nuestra función como psicoanalistas, los avatares , las encrucijadas clínicas y prácticas de nuestro oficio.
En un encuentro de Convergencia al que asistimos unos amigos y yo hace 3 años, en Nueva York, me impactó algo que escuche repetidas veces , significante que congregó a diversos analistas de diferentes países: “Tenemos diferencias, en nuestra lectura de Freud, de Lacan , en cuestiones clínicas, conceptuales, pero estamos unidos y lo que nos ha unido es un enemigo común : el estado neoliberal que intenta diluir la esencia misma del psicoanálisis al querer subsumirlo en el discurso del estado y en el discurso universitario”
No estoy tan clara si también ahora el enemigo común es el estado neoliberal. Probablemente que sí, y tendremos que jugarnos estrategias y acciones diversas para preservar la marginalidad e independencia del psicoanálisis, como un oficio que es ajeno a cualquier discurso que quiera posicionarse en el lugar de la verdad. Pero antes del Estado Neoliberal que varios de mis compañeros cercanos ponen como al peor opositor, yo pensaría en otro mayor que nos carcome como comunidad: la sordera, la tendencia al monólogo y a la generación de discursos cerrados endogámicos, cuyas expresiones son modalidades de lo mismo: reiteraciones sobre los mismos temas, idealización de los textos psicoanalíticos a un nivel de lo sagrado o lo intocado sea cual sea el autor. Este, me parece el peor enemigo, pues desde dentro, se erige como una gran muralla que atraviesa el campo psicoanalítico actual, empobreciendo la práctica, y la escritura de la experiencia analítica.
Lo que sí es cierto es que podemos notar diversos cambios en la conformación del campo psicoanalítico. Muy diferente la composición de lo psicoanalítico en los 60, este momento que estamos presenciando además de no ser el único, ni inédito, muestra estos cambios.
A partir de la publicación del libro de Rubén Gallo “Freud en México. Historia de un Delirio”, sabemos que Salvador Novo, Octavio Paz, el abogado Carranca….en diferentes modalidades muestran encuentros y desencuentros del psicoanálisis con la historia de México.
Primero , la llegada de Erich Fromm a México, durante la década de los 50-s. Rodolfo Alvarez del Castillo afirma que en México la práctica y la enseñanza del Psicoanálisis fueron inaugurados por Erich Fromm con médicos psiquiátras. Una una aporía notoria: entra y encuentra su lugar en la Facultad de Medicina y no en la en ese entonces Escuela de Psicología. Parte de estos médicos psiquiátras van a constituir en 1956 la Sociedad Psicoanalítica Mexicana. Para los años 60-s nos encontramos con un espacio demarcado por una Sociedad Psicoanalítica Mexicana cuyos miembros van a formarse también al extranjero. Un momento importante en que ambas instituciones pretenden fusionarse pero se fracasa: algo interesante es que Fromm pensaba que los analizados en el extranjero tenían que reiniciar su formación y nuevamente su análisis en el país.
Finalmente quedan dos grupos, los Frommianos y los de la Sociedad Psicoanalítica Mexicana afiliada a la IPA.
Durante los 70´s irrumpen dos instituciones: AMPAG Y EL Círculo Psicoanalítico Mexicano. Una Asociación de psicoanálisis de Grupo, que como ya lo ha abordado en diferentes de sus publicaciones Fernando González en un momento dado tiene que renunciar a su designación psicoanalítica y sustituirla por “psicoterapia de grupo” para poder pertenecer a la IPA quedando su nombre Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupos. El 11 de Julio de l974, se registra legalmente el CPM como el inicio de una disidencia exterior a la APM. Se autodenominaba psicoanalítico, sin interés de ser aceptado por la APM y recibiendo a todos aquellos interesados en estudiar a Freud como lectura fundamental pero en un ambiente cosmopolita y abierto a otros saberes de la cultura francesa y nutrido por personas como Marie Langer, por el arribo del exilio argentino. No era requisito ser médico, para ser psicoanalista. Los planteamientos de”Analisis Profano “ de Freud fundamental el inicio de esta institución.
En los años 80s. del crecimiento y fundación de los primeros grupos lacanianos: Nestor Braustein y Marcelo Pasternac después de haber participado varios años en el CPM conforman sus propios grupos. Ahora en el campo del psicoanalisis mexicano no solo están los puros, y los impuros, por ser o no médicos, sino el campo se divide entre freudianos y lacanianos y de alguna manera en una argumentación tendiente a probar quien detenta la bandera de un psicoanalisis puro o más bien del verdadero psicoanálisis.
En la década de los 90’s y principios del año 2000 podemos observar grosso modo, y sin entrar en detalles por no ser este el espacio…. Una tendencia a que proliferen los grupos “psicoanalíticos”, las diversas modalidades de “formación” y el pequeño bosque bonsái psicoanalítico de repente se diversifica en coordenadas que van a dividirse en freudianos, lacanianos, kleinianos y sus diferentes conjunciones: Freudo-lacanianos, Freudo-kleinianos,, y esto por no mencionar todo ese espacio de prácticas psi, holísticas, new age, que pueden autonombrarse contra-analisis, terapia cognitivo-conductual, etc.,
Lo que resalta entonces al inicio de la presente década es una doble y triple pertenencia ……La falta de credibilidad en las instituciones que data desde el siglo pasado, atenta las propias raíces de los grupos o instituciones psicoanalíticos y empezamos a notrar que no es suficiente pertencer a un grupo , la pluralidad llevada al acto, se manifiesta en atonombrarse miembro de varias instituciones ….
Podríamos recurrir diferentes clases de argumentos: el de generar mercados cativos consolidados y Tener más pacientes …. O también razones de poder ( aunque sea imaginario) para crear transferencialmente un séquito de seguidores de diferentes procedencias. Pero me parece que siendo lo anterior indudable y presente en muchos casos, lo que impera es abrir otros espacios para pensar. Como si en las instituciones se manifestara a tal grado la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace que se hace necesario pensar el psicoanálisis desde otros lugares y ojo, no solo psicoanalíticos, sino sociales, antropológicos, filosóficos. No es casual que volvamos ahora a recurrir a Ricoeur, a Michel Foucault, a Barthes, a Michel de Certeau….a Zizec, Lipoveski. (que ojala no nos tardemos tanto en leerlos como pasó con Foucault por ejemplo).
La realidad nos muestra a los psicoanalistas, pensando solo desde psicoanálisis y con un gesto de común omnipotencia querer ser el centro de todo tipo de interpretaciones y aportaciones a otros campos del saber. En vez de dejarnos permear por las preguntas, las críticas, los discursos de otros saberes para poder hacer, al estilo y con la enseñanza, por ejemplo de Michel Foucault, una historia de “un análisis “ de los juegos de verdad , de los juegos de falso y verdadero q través de los cuáles el ser se constituye históricamente como experiencia, es decir… ¿a travésde qué juegos de verdad el ser humano se ha reonocido como hombre de deseo?
Y ésta es una pregunta que atraviesa el tema de las mesas de hoy: el análisis del analista. La experiencia de análisis por la que –supuestamente- y habiendo un consenso expedito sobre esta obligatoriedad , todo analista debe pasar, debe vivir.
Pues el análisis del analista, es eso, un viaje, un juego de verdades sucesivas que le permiten acercarse a sí mismo, a la verdad de sí, a su inconciente, único lugar desde el que el sujeto es.
Y es que el psicoanalisis, precisamente tendría que poder enfrentarse a temas y problemas que marcan los puntos vulnerables de su práctica. Retomaría acá una frase de Leo Bersani que pone en valor el psicoanálisis como un saber en movimiento: “en los puntos de derrrumbe de la teoría se encuentra el verdadero psicoanálisis”….yo diría en los puntos vulnerables de la teoría y de la práctica es donde atravesando su imposibilidad podríamos construir un pensamiento y actuar posible.
Tal es pues el objetivo de esta mesa debate, propiciar la escucha respuetuosa y el diálogo fructífero del discurso del otro, del otro par, del otro que también ocupando la función de analista, se pregunta, y se debate con los límites, los nudos, y las resistencias en su escucha.
Pero el origen, empieza en una caída….dice también Foucault, al definir genealogía. Siempre hay una caída. Cuál o cuales serán las supuestas caídas del psicoanálisis desde sus orígenes. Varias aparecen en la historia.
- “Mi autoanálisis es, de hecho lo más esencial que tengo actualmente y promete convertirse en algo de mayor valor para mi si alcanza su final”, señala Freud en 1877.El análisis no fue desde el inicio obligatorio, imperativo. Primero Freud señala que para ser analista basta con “ el análisis de Sí”. por más que s haya tenido una larga comunicación epistolar con Fliess , similar a un análisis muy sui generis- Predominaba en Freud, además de la falta de análisis- la idea de que los analistas estaban arriba de la media. Sin embargo, pronto reconoce sus límites y lo llevarán a afirmar años después que es imposible un autoanálisis, por un lado debido a lo incompleto del
Trabajo de interpretación por mas que se sea sincero con uno mismo y por el otro a causa de sus propias resistencias para acceder al material inconsciente.
- En 1910 a partir del descubrimiento de la contratransferencia lo va a plantear como requisito para ser psicoanalista este autoanálisis . “Desde que un número mayor de personas ejercen el psicoanálisis e intercambian sus experiencias, hemos notado que cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores, y por eso exigimos que inicie su actividad con un autoanálisis y lo profundice de manera ininterrumpidaa medida que hace sus experiencias con los enfermos. Quien no consiga nada con ese autoanálisis puede considerar que carece de la aptitud para analizar un enfermo” (Freud, 1910 ). Esto está muy relacionado y en 1911, en su escrito técnico sobre Nuevas puntualizaciones sobre el amor de Transferencia sabemos que es una elaboración a posteriori del conflicto y casi escándalo que se desata por la relación amorosa entre Gustav Jung y Sabina Spielrein.
- En 1911, Freud le pide a Ferenczi a que elabore el proyecto de constitución de una Asociación Psicoanalítica Internacional para presentar en el segundo congreso Internacional de Nuremberg. En este texto aparece ya claramente su preocupación en lo que concierte a cómo alguien se hace analista. “El peligro que nos acecha por decirlo así es el de ponernos de moda y que el número de los que se llaman analistas, sin serlo, aumente rápidamente”. Sin ahondar en las aportaciones de Férenczi tan solo señalar que desde 1912 sus escritos muestran un deseo de ir más allá del autoanálisis: subraya categóricamente, la necesidad de haber vivido afectivamente y haber sufrido en la propia carne la experiencia psicoanalítica para poder convencerse de la bondad del resultado: “El médico que desea practicar el psicoanálisis debe emprender él mismo una cura analítica” (Férenczi,1981, 252)
- En 1912, por primera vez Freud indica en Consejos al médico sobre el tratamiento analítico la exigencia de un análisis con un experto, si pretende analizar a otros. Lo mismo encontramos en ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? Donde afirma de manera clara que el que quiera ejercer el análisis se someta antes , a un análisis.. Revisando la obra de Freud hay momentos donde vacila y vuelve a mencionar la posibilidad de un autoanálisis . ¿hablando a partir de su propia experiencia?
Lo que se instala como efecto de la institucionalización del psicoanálisis, es el análisis y la formación de los analistas, así como la supervisión. Lo que me gustaría resaltar es que, a excepción de Sándor Ferenczi, ni Freud ni Eitingon relacionaron la formación del analista con el fin de análisis, sino solo con la importancia de que el analista se analizara.
Independientemente del tipo de institución o grupo, lo que parece un consenso universal compartido por nuestra comunidad es que que no puede haber psicoanalista donde no ha habido previamente un psicoanalizante. La forma en que esto se realice tendrá mútiples variaciones y lo que no se alcanzará es una garantía de que ese sujeto en la función de analista funcione como tal. No hay garantías.
No hay posibilidad de realizar la función de psicoanalista: 1. Sin haber pasado por el diván y atravesado un análisis y 2. Sin el dispositivo analítico, sin el paciente , en el devenir de cada sesión donde va construyendo su propio análisis.
Se suele decir, frase que acepto en su congruencia: La formación del analista es el análisis de sus formaciones del inconciente.. Es tan central el análisis del analista que apunta a su formación y a la terminación de su análisis, temas cuya reflexión siguen inacabadas, desde los orígenes del psicoanalisis.
Ahora bien llaman la atención varios elementos que me gustaría poner a discusión:
- Si bien se parte del análisis del analista, de su deseo de analizar como fundante de este camino, enunciado en diván, de repente encontramos en la práctica más preocupación por los procedimientos administrativos y de formación teórico en los lugares “de formación” de los futuros analistas, descolocándose lo fundamental que es la transferencia.
En este punto, la burocracia, los procedimientos y el deseo de control originario de los candidatos a análisis, imperaron a tal grado que en el concepto de Analisis didáctico, lo único que queda es una didáctica ausente de psicoanálisis. A tal grado puede llegarse en este sentido que un paciente estando en análisis, y obviamente en transferencia, puede ser obligado, impulsado, aconsejado, manipulado por su institución para dejar ese análisis y entrar en “análisis didáctico” con un analista de la propia institución. Porqué? Se suele argüir que para que la formación no se contradiga con la clínica , porque así se tiene más control y certeza de que el aspirante está en análisis con un miembro de la institución. Descrito así un proceso como este , no queda la menor duda que es de lo menos analítico pues atenta contra el eje fundamental de todo análisis , la transferencia.
Aún así, las almas se apaciguan en lo que se considera una “ética” y por lo menos hay una respuesta institucional que constata que el sujeto estuvo en un proceso DIDACTICO de lo que podría llegar a ser un análisis. Si quieres entrar en esta institución tienes que escoger a tu analista de esta lista disponible y punto.
Varios son los problemas preocupantes desde el punto de vista de la transmisión y desde la ética que se desatan: no se trata de transferencia, ni menos de demanda analítica sino de trámite obligatorio y además con una lista que socava cualquier iniciativa, curiosidad o búsqueda del sujeto que supone querer practicar el psicoanálisis.
Eso, del lado del potencial paciente y formando de la institución. Del lado del analista, si es miembro de la misma , tiene asegurado un mercado. Acá, de nueva cuenta queda pendiente el lugar de escucha de la demanda por parte del analista. La demanda se diluye, la transferencia se imposta y lo analítico brilla por su ausencia. Se trata de algo instituido que ligado a las horas de supervisión, asegura al final del camino largo, caro en lo real, en lo imaginario y en lo simbólico, LA CERTEZA DE TENER EL PERFIL DESEADO DE ANALISTA…..DE AHÍ a que el sujeto se sienta que ya es analista….solo un pequeño paso…..
2, Está otra modalidad, en la que institucionalmente se abre la posibilidad de que cada quien se analice con el analista que desee , sea o no de la institución. Inclusive por ejemplo en el CPM ha sido una costumbre efecto de la endogamia de los orígenes, separar transmisión de función de analizar, Modelo especial de transmisión que transmite esa libertad , incluso se subraya la conveniencia de que sea alguien de fuera. Pero aún así ¿hay garantías de que todos se analizan?, tiene que ver con el tipo de transmisión? Ahora, después de estar haciendo la reapropiación de nuestra memoria, hemos llegado a pensar que el que se perciba falta de análisis en los que están en la propuesta de formación puede ser un síntoma de los orígenes. Cuáles? No solo los de Caruso, sino los de el origen de la institución analítica….porque hay algo insoluble en el análisis del analista que no puede dejar de remitirme a la ausencia de análisis en Freud o su análisis muy suigeneris y sin conciencia de causa con Fliess. También el poco tiempo que se analizó Lacán con Lowenstein. La falta de análisis se traduce en una teorización brillante y compensatoria de esa ausencia de análisis? Pienso en Freud en su texto Analisis Terminable y Analisis Interminable o en Lacan proponiendo el pase…. Y no dejo de reflexionar en que hay una carencia que se significa propositivamente.
Freud hablando no solo señalando lo que piensa que son obstáculos para terminar un análisis: lo indomeñable de la pulsión, la castración, y el problema de lo femenino.
Lacan por su parte, tratando de ir mas allá y proponiendo un fin de análisis posible en un movimiento de analizante y analista en relación al objeto “a”, y en donde se darían dos operaciónes fundamentales: la destitución subjetiva por parte del analizante y el deser ( o caída) por el lado del analista… operación que como acto se sostiene solo y cuando el analista ha tenido antes la experiencia de un análisis terminado.
El pase que propone Lacan siempre me ha llamado la atención pues en su lógica interna es un dispositivo indudablemente hecho a la medida de la escucha psicoanalítica: el passeur da cuenta de su análisis a otros passeurs que son pares, quienes darán cuenta de su escucha de ese passeur a otros, impares. El problema de su fracaso es su puesta en acto en la institución, en la escuela, es cuando se opera en un grupo donde priva la relación unívoca de poder y la concentración de las transferencias en Lacan.
Después se han hecho otras propuestas porque es un reto que nos convoca…..la autorización, es “autorizarse por lui meme” como lo señala Lacan en algún momento, es decir, en el propio análisis, en el fin de análisis. O también están los otros, los pares, frente a los cuales se dá cuenta de que algo de la castración atravesó el discurso del pasante y que en el manejo de lo real ha pasado humildemente de la omnipotencia a la imposibilidad?
Aun así, qué hacer? Se puede hacer algo? Hay que insistir en innovar los pases, otros pasajes, inventar otros dispositivos que permitan dar cuenta de la experiencia del análisis y que no pase por un papel, un título…. Qué hacer para poder transmitir que ser Lacaniano, Freudiano, Kleiniano, no te hace psicoanalista. Transformarse en psicoanalista es independiente de la escuela o institución, es un acto individual , singular que se realiza en la soledad. Cómo diferenciar la institución , la actividad de esa institución de la función de psicoanalista?
Las cartas están echadas. El tema no está claro y no lo está porque por más que se hable de esta necesidad ética de estar en análisis para acceder a practicar el psicoanálisis, pocos lo llevamos realmente a cabo, y alrededor, en las instituciones, en los grupos, entre colegas, vamos sintiendo los vientos de un mar, que anuncia, que testifica muy poco análisis entre los mismos analistas.
Cerraría con una cita de Marcelo Pasternac e. n un artículo de él llamado “La Confusión de Babel” en Me Cayó el Veinte No. 3.
Una de las ideas rectoras de este texto es su preocupación por la existencia de una exagerada heterogeneidad al de un sectarismo pedante, hermético y fundamentalista. en dicho desfiladero desaparece la singularidad, parafraseando a Lacan, menciona “el único psicoanálisis aplicado es el que se aplica en la experiencia psicoanalítica singular. El psicoanálisis no dice todo de todo, es solo una experiencia de palabra.. Y yo cerraría diciendo que además de la singularidad, de la importancia del caso por caso, el psicoanálisis es una ciencia de la conjetura y de lo contingente. No es un saber acabado , sino abierto, agujereado en el que de repente escapa lo que se quiere transmitir y solo queda un resto”.
San Miguel Xicalco, D.F., a 4 de abril del 2014.
MAGW-CPM